Un poema se abre como una hipérbole.
Alza la mano colmada de pecado y se eleva llena de
alevosía vertical
como una saeta arrojada desde la misma Babel.
Se eleva esquirla en la verticalidad buscando al cielo
intruso
Revienta.
La nota al final de la página:
Las leyes de la cinética también
rigen en los territorios de la palabra.
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