Te abracé del torso
y cubrí tu manto lacerado en mis huestes
recé en serio
y en ayunas
me contuve del llanto y la cólera que serpentean en la cabeza
esperando únicamente el verde de tus palabras.
Presentimiento de acarrear con tus cartílagos para no quedarme sin nada.
¿Acaso he de
esperar verte humillada en tu despedazamiento?
Te ataron a cuatro caballos salvajes
y tiraron de ti en direcciones perpendiculares
diametralmente salvajes
tuve que recogerte de las arenas del coliseo
ocultarte de aquel horizonte de desprecio
amarte con mi bocanada de albor que ya no era mucha y seguir
seguir con el maldito oficio de dejar las venas tan
abiertas como
fauces sobre el tintero.
Fue el décimo octavo día de un mes séptimo;
que conduje hasta a un motel de treinta pesos
cargado de una garganta quemada y centenares de poemas polutos
apenas giré la perilla te dejé fuera despreciando
tu hada
verde -esa fuerza inquieta
te cerré
la puerta contras las alas y me uní al espectáculo de los
desahuciados
tomé el último pedazo de carboncillo que cargaba conmigo
y dejé la insignia de mis iniciales sobre las paredes enyesadas
aquello fue lo único útil que escribí en toda mi vida
enterré pronto
los lacrimales en aquel ocaso de 50 watts
y en aquel último crucigrama haciendo turno en la mesita de noche:
a. Ave a la que John Keats le dedica un poema, 8 letras, horizontal. _ _ _ _ _ _ _ _
b. Cuerda
gruesa de esparto, 4 letras, horizontal. _ _ _ _
c. Otro
ser maldito, 1 nudo, colgado en vertical.
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